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EL PUNTO DE VISTA DE NUNES

EL AUTOR dice 
Durante mucho tiempo tuve la impresión de que 
Nochera era mi mejor guión, o al menos la película que más sentía no haber hecho. 
En una de las ocasiones en que estuvimos a punto de empezarla surgió Noche de vino tinto. Entonces aún se trabajaba los sábados y el equipo esperaba para firmar los contratos y empezar el lunes, sólo pendientes de lo que nos dijeran de Madrid, convencidos de que el guión habría sido aceptado por los censores reunidos ayer. Y otra vez no. Todavía hoy es indescriptible la desazón, la desolación. Tardé un larguísimo momento desde que colgué el teléfono para reponerme y descolgarlo para volver a llamar a Madrid, a Núria, Núria Espert, que era el personaje. Yo no sé si ella no, aunque me pareció que también, pero yo lloraba diciéndoselo. «No ha pasado» era la fatídica frase que usaban los funcionarios. «Otra vez no nos dejan» creo que le dije yo a Núria, que, tras unos breves improperios de indignación reaccionó con la brillantez de su conexión con la inteligencia: «Haz otro guión en tres días y se lo traes a estos...(otro improperio) la semana que viene.» 
No pude hacerlo en tres días, tardé seis; un excepcional ritmo que siempre me he envidiado, sin horarios de comidas, cuando tenía hambre, dormir cuando tenía sueño; que en una de estas mi hijo Jorge tiró de la máquina de escribir, todavía la misma con la que sigo escribiendo, y se descuajaringó contra el suelo y menos mal que no le cayó encima, que necesitó una semana de reparación, y yo un día en encontrar quien me dejara otra. Total, siete días. 
Otra vez Madrid; aquel siniestro edificio en el Paseo de la Castellana donde ahora está un ministerio que mejor lo merece, el de la guerra, en el que estaba el de Información y Turismo y en el noveno piso la Dirección General de Cinematografía, del que algunas veces salí llorando y en el que siempre entraba acongojado, con miedo, a pesar de la amabilidad con que me trataban llegando incluso a darme consejos con fraternales reproches: «¿Por qué no hace usted películas normales, como hacen todos? Usted lo hace muy bien, podría hacerlo», me dijo el secretario general que se llamaba Zabala. Y que esta vez cuando llegué con el guión de "Noche de vino tinto"  decidió que era un asunto a resolver con urgencia e hizo que en ese mismo momento salieran las tres copias a repartir a los censores por el procedimiento de los motoristas dispuestos para las ocasiones excepcionales, para no esperar a la próxima reunión, como era lo habitual, y en la que ya pudieran tratar el tema.
Lo consideraron de "Interés especial cinematográfico"; sin ninguna sugerencia de algo a cambiar, a suprimir, a acondicionar, esas propuestas en las que se prodigaban cuando no prohibían. 
Con esa calificación la propia Dirección General avalaba un crédito de un millón de pesetas ante el Banco de Crédito Industrial, con lo que ya sería más fácil encontrar el dinero que faltara para completar el presupuesto, o interesar a una productora. 
A unos treinta números de donde yo vivía, en los pares de la calle Diputación, estaba Parlo Films, que era de Iquino, donde yo había dirigido doblajes, y se me había hecho costumbre entrar a ratos a ver a los amigos colaboradores, había un bar, y sobre todo a charlar con Juanito Oliver que solía trabajar en una de las salas de montaje y por entonces intentaba poner en orden la gran cantidad de material rodado para lo que acabó siendo Lejos de los árboles, todavía con el título de Este país de todos los diablos, y ya le había hablado a Jacinto Esteva de mi proyecto. Así nos conocimos. Y acordamos hacer Noche de vino tinto con su nueva marca productora Filmscontacto, con la facilidad de que su padre avalaría la diferencia hasta lo necesario para la película, que todo quedó saldado con la subvención de dos millones y medio que la Dirección General concedió una vez acabada.
Y no pude hacerla con Núria Espert porque los trámites burocráticos, poder disponer de los créditos, a pesar de todo aparentemente resuelto, tardaron meses. 
Cuando pudimos empezar el rodaje ella ya estaba comprometida en otro proyecto teatral también en Madrid, o tal vez aún en el mismo que se había prolongado; afortunadamente, porque eso significaba que estaba teniendo el éxito que siempre ha merecido y que, afortunadamente otra vez, siempre ha tenido. 
Durante la primera semana de rodaje, escenas con Enrique Irazoqui y Anie Séttimo, aún confiábamos en que pudiera venir; pero ya el sábado, rodando la escena del meublé, después de varias conversaciones por teléfono decidimos que era imposible. 
Entonces tuvimos la oportunidad, la suerte, de que Serena Vergano estuviera libre y accediera empezar el lunes, apenas dos días después, sin tiempo para conocer el guión y estudiar el personaje. Jacinto Esteva era amigo de ellos, había estudiado arquitectura en Suiza, o urbanismo en París, o algo sí, con Ricardo Bofill, marido de Serena. Antonio Senillosa, que estaba con ellos cuando Jacinto y yo fuimos a verlos el sábado por la tarde, colaboró eficazmente ayudándonos a que Serena aceptara. 
La colaboración de Enrique Irazoqui había sido un acierto de Vicente Lluch, que me lo propuso diciéndome que acababa de hacer El Evangelio según San Mateo con Pasolini, y que vivía en Barcelona. No demostró un gran interés en encauzar su vida como actor, pero aceptó. Después no ha hecho más que Dante no es únicamente severo de Jacinto Esteva y Joaquin Jordà. 
Enrique Irazoqui y Serena Vergano resultaron la pareja más adecuada para la película. Imposible encontrar mejores intérpretes para esos personajes; que se lograron tras una serie de circunstancias coincidentes. Había una gran confianza entre ellos, casi primos; Enrique y Ricardo son hijos de hermanas. 
En algún momento tuvieron la idea de una cierta insubordinación, sobre todo Serena, que yo presentía y procuraba encauzar hacia un mejor resultado en la escena; en muy pocas ocasiones, la verdad, que sólo se hizo patente cuando se negaron a que él tomara con dos dedos una lágrima que resbalaba por una mejilla de ella e hiciera el movimiento de lanzarla lejos, con una exclamación: «¡Vete, lágrima!». Les resultaba ridículo, o, no sé, absurdo, o motivo de mofa. Único momento de tensión en todo el rodaje. Creo que nunca he sentido tanta responsabilidad ante una resolución a tomar. Todavía les animé a que lo hicieran, que estaba convencido de que no podíamos dejar de hacerla. Y sin un razonamiento concreto se mantenían en su negativa, ambos de acuerdo también convencidos. No duró mucho el silencio, todo el equipo a la expectativa. Y opté por la osadía que sigue pareciéndome que casi alcanzaba lo genial. Con toda amabilidad y todo el afecto que nos teníamos, les dije: «Amigos, muchas gracias por vuestra colaboración. Habéis acabado la película.» Y sin darme la posibilidad de ver sus reacciones me dirigí a Vicente Lluch, ayudante de dirección y también muy amigo desde siempre, en el mismo tono afable, suave, pero concluyente: «Vicente, por favor; convence a la primera chica y al primer chico que pasen. Vamos a seguir la película con ellos.» 
No recuerdo más. Pero se hizo la escena. Y continuamos sin que el incidente alterara lo más mínimo nuestra relación de amistad, ni el desarrollo del rodaje, ni el resultado. 
En el pase privado a la salida de la primera copia, que siempre se hacía de madrugada después de la última sesión en un cine, el Windsor en esta ocasión, que estaba en la Diagonal y ahora ya no existe, al final de la proyección, con la sala casi llena de colaboradores, amigos, curiosos que siempre se enteran, entre los grandes aplausos entusiastas que nos dedicaban, Serena se levantó, vino hacia mí y dándome un cariñoso puntapié en las piernas, me dijo: «Cabrón. ¡Si te hubiese hecho siempre caso, qué película habríamos hecho!» Estábamos emocionados, también por los aplausos que seguían. Yo atiné a replicar: «No importa. No mejor que ésta.» 
No fue fácil encontrar distribuidora. Y antes que la tuviera se estrenó en el Publi de Barcelona; la primera película en el primer cine de Arte y Ensayo en España. Como prueba, sólo en las sesiones de noche. Durante el día seguían proyectando los programas habituales de cortos, infantiles, documentales y noticiarios.

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